viernes, 20 de noviembre de 2009

DE UN SENADOR POR TABASCO.

Durante el sexenio de 1958 a 1964 fué uno de los dos senadores representantes de Tabasco ante el Congreso de la Unión el coronel (revolucionario) Don Bucéfalo Serrano Moscoso.
Nacido en un pueblo de Chiapas, pegado a los límites con Tabasco, se avecindó aquí durante toda su vida.
Se integró a las filas de la revolución donde alcanzó el grado de "coronel"; fué colaborador y
partidario acérrimo de Garrido Canabal formando parte del grupo de choque conocido como los Camisas Rojas. Ocupó variados cargos en ese gobierno y llegó a adquirir la reputación del político con el que había de estar bien todo aquel que intentara incursionar en las nobles tareas de ofrecerse en sacrificio para hacer cada vez más grande y próspero a Tabasco. Así le fué haciendo justicia aquella revolución por la que tan denodadamente luchó hasta exponer la vida.
Hombre de gesto adusto, de estatura mediana y regordete, sombrero texano (faltaba más!!), pistola al cinto y botines hasta arriba del tobillo. A él debían mostrar afecto y amistad preferentes cada uno de los gobernadores que mandaban a vacacionar por seis años a Tabasco los presidentes en turno, con la consigna de consultar con el "coronel" cualquier decisión importante que quisieran tomar para bien del Estado así como para salvaguardar el estado de derecho.
Finalmente llegó a gobernar Tabasco aquel que le prometería --como las brujas a MacBeth --"tú serás gobernador...". Sólo que antes tendría que nutrir su currículum ocupando una senaduría durante esos seis años y al final ¡¡¡ la gubernatura !!!.
En lo que se los cuento se activó la maquinaria, se encendió el horno, y salió ya formado el flamante senador de la República, el "coronel" don Bucéfalo Serrano Moscoso quien ni tardo ni perezoso partió raudo y veloz, cual ágil saeta, a cumplir con su destino a la ciudad de México.
A partir de ese momento, cada vez que se anunciaba que el "coronel" vendría a Tabasco para tratar temas muy trascendentes con el gobenador, la gente se mantenía pendiente de esa llegada para acudir a recibirlo y para formar fila, porteriormente , a las puertas de la casa del prócer y solicitarle los favores que cada quien esperaba les quisiera conceder. Decían las viejitas: todo era miel sobre hojuelas.
Así fué pasando el tiempo, el coronel llevaba ya casí cuatro años ocupando su escaño y jamás había solicitado que se le concediera la palabra en la tribuna. Para los otros 67 (gloriosos tiempos!!) señores senadores esa actitud los tenía un poco intranquilos porque no podían saber que estaba madurando en su mente "el coronel". Lo observaban cómo se mantenía muy atento a todas las intervenciones de sus pares, de todas las opiniones vertidas en los debates, y aunque algunas veces se calaba unos anteojos muy oscuros (quizá obsequiados por Fidel Velazquez), nunca escucharon de él ni el menor ronquido. La intranquilidad y el desconcierto crecían día a día, hubo quienes llegaran a pensar que hacía labores de espionaje para las misteriosas autoridades de la seguridad nacional, otros que...
Pero un buen día, a poco de iniciarse la sesión después del opíparo desayuno con el que se regalaban los ínclitos legisladores, al terminar su alocución el primer orador anotado en la agenda para esa ocasión, sucedió lo insólito, lo milagroso, lo que ya casi nadie esperaba: "el coronel" se puso de pie y pidió hacer uso de la palabra desde su escaño!!!.
Concedida su petición, tosió discretamente, se ajustó la corbata y se acomodó la chamarra, y con voz engolada aunque un poco ronca dijo: " que alguien cierre esa chingada ventana de arriba porque está soplando norte y yo estoy acatarrado ".
Dicho ésto volvió a arrellanarse en su escaño y jamás volvió a pedir el uso de la palabra en ese sacro recinto.
Pero los ecos del suspiro de alivio que exhalaron los demás miembros de esa pandilla permanecieron escuchándose durante mucho tiempo después cada vez que esa ventana de arriba estaba abierta y soplaba el norte.

Nota: la anécdota la platicó uno de los miembros distinguidos de La Mesa de los Chicos Malos y yo se las cuento a ustedes incorporándole algún aderezo.

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