domingo, 1 de marzo de 2009

Sueños frustrados de unos Consejeros

Con gusto y satisfacción (sufragio efectivo no reelección) quiero hacerte partícipe de lo divertido que viví durante esta última semana gracias a uno de los grupos mas siginificados y esforzados defensores de nuestra democracia "a la mexicana".
Recordarás quizá que hace unos años veíamos un programa de TV infantil en el que dos de sus personajes eran ladroncillos malasuerte a los que nunca les salían bien sus planes rateriles. Fueron llamados Los Caquitos y, repito, eran dos.
Cuál sería mi sorpresa al reencontrarlos en la semana de mi diversión, ahora en número de NUEVE, sentados solemnemente alrededor de una mesa semicircular conduciendo una sesión de un organismo oficial denominado Consejo General del Instituto Federal Electoral.
Esta su aparición de ahora se debía nada menos a que anunciaban a bombo y platillo que habían decidido acatar (los más de ellos a regañadientes) lo dispuesto en la Constitución, cap. 41, fr. III, referente a que sus emolumentos, percepciones, o como se llamen, tenían que ser incrementadas hasta en un 46% sobre que venían percibiendo. Ahora cobrarían mensualmente $ 330,000.00 que, como cualquiera puede darse cuenta es un incremento muy similar al que ha recibido cualquier otro trabajador en nuestro país. Hasta aquí todo era coser y bordar como decían nuestras abuelas, las de aquellos que sí las tuvimos porque hay otros que, sin agraviar a lo presente, nunca las tuvieron.
Pero los espíritus chocarreros jamás descansan (que en Tabasco se les paga el Bono de Fatiga) e
hicieron su oportuna intervención. Comenzaron por convocar a la opinión pública y a los medios de comunicación para hacer que esos líderes implumes se liberaran del compromiso que, con tal rigor les imponía la Constitución, y rechazaran recibir ese dudoso beneficio.
Aparentemente y ante cámaras y micrófonos de los Medios, algunos de ellos hincando los dientes
en partes de sus genitales, aceptaban darse a la reculativa. Pero, como en toda democracia, otros
defendían con estoicismo y soberbia el derecho que les asistía y obligaba al cumplimiento cabal del mandato legal.
Uno de ellos alegaba que la carga de trabajo y responsabilidades inherentes al desempeño de su encargo ameritaba y justificaba tales emolumentos. Otro, de apellido libanés, con algún tartamudeo, dijo que quizá él no lo aceptaría y que habría otros de sus compinches que si los aceptaban podrían devolverlos o donarlos a alguna institución.
Basta !!, ya no quise saber más porque para ese momento no sabía a cuál de mis sentimientos obedecer: si a la rabia, si al repudio, si a la incredulidad, si a la risa, si a la ternura...me decidí por ésta, y gracias a ello supe que se me había brindado la oportunidad de atestiguar y presenciar lo que, ojalá, sea el principio del fin del régimen de burlas, latrocinios, abusos, asaltos, impunidad, más lo que se acumule esta semana, que tiene sometido ignominiosamente a todos los mexicanos
(con sus muy deshonrosas excepciones).

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